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31 oct 2011

El pensamiento de Leucipo y Demócrito

demócrito Leucipo y Demócrito filósofos de Mileto, desarrollaron una nueva teoría en contra del pensamiento de Parménides y Zenón, esta teoría fue la atomista, en la cual expresaban que el principio de todas las cosas son los átomos y el vació, sólo existen ellos.

Estos filósofos postulaban que “no habría movimiento sin vacío, y que el vacío es no ser, puesto que ninguna parte de lo que es, es no ser, porque lo que es en sentido estricto está completamente lleno”[1], afirmaban también que todas las cosas están conformadas por partículas de número infinito, invisibles e indivisibles a causa de su pequeñez, a estas partículas las denominaron átomos, las cuales se mueven constantemente en el vacío. Estos átomos cuando se juntan originan la llegada del ser, en cambio cuando se separan causan la destrucción. Los átomos al igual que son infinitos en número, también son infinitos en estructura, es decir, son diferentes entre sí en orden, forma y posición, lo cual provoca que al juntarse den origen a cosas tan diversas y con ello a todo lo existente, “ya que simplemente son suficientes pocas letras del alfabeto para que se puedan formar, combinándolas, infinitas palabras”[2]

atomo Con la teoría que postularon estos filósofos rechazaban el pensamiento donde se afirmaba que el movimiento no existía y que las partículas podían ser divididas indefinidamente, puesto que deducían que los átomos se encontraban en un constante movimiento, ocasionado por las coaliciones entre ellos dentro del vacío y además éstos no podían ser divididos, causa debida a su tamaño. Llegaron a esta teoría por medio del conocimiento legítimo, el cual es el verdadero, pues afirmaban que hay dos formas de conocimiento, uno legítimo y otro bastardo. Al bastardo pertenece todo este grupo: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. El otro es legítimo y está separado de aquél, se genera a través del intelecto y atestigua su fiabilidad para el juicio de la verdad”[3].

Ellos creían en la existencia de mundos innumerables, basando su pensamiento que “al haber innumerables átomos y un vacío infinito, no existe razón alguna para que se formara solamente un mundo único”[4], sino que había infinidad de mundos que nacían y perecían a través del vacío, todos ellos únicos e irrepetibles.

Pensaban también que todo lo existente estaba formado por átomos, desde las sensaciones como los sentidos, puesto que “el sabor amargo es producido por átomos pequeños, lisos y redondos, cuya actual circunferencia es sinuosa, por lo que es viscosa y pegajosa. El sabor ácido es causado por átomos grandes, no redondos y, a veces angulosos”[5], hasta el alma, la cual consta de átomos esféricos extendidos a lo largo del cuerpo.

En los escritos de Demócrito además del desarrollo de la teoría atómica, se pueden encontrar obras que ocupan cuestiones éticas, entre ellas la más importante es la titulada Sobre el buen ánimo, donde se abordan temas sobre: como evitar la depresión, crianza de los hijos, la educación, el placer y la prudencia, cuestiones políticas, castigo a malhechores, etc. Su consejo principal en esta obra es hacer ver a los hombres, que conseguirían la satisfacción y la felicidad si tomaran como punto de referencia a los que están en peores condiciones que la suya, “uno debería dirigir su mirada hacia los desgraciados, pues, quien admira a los que poseen y los tiene presentes constantemente en su recuerdo, se ve siempre obligado a emprender novedades y a lanzarse, por causa del deseo, a acciones irremediables que las leyes prohíbe”[6]. Demócrito nos afirma que si nos adherimos a este parecer, sin duda viviremos con un mejor ánimo, evitaremos calamidades en la vida y seremos una menor amenaza para los demás.

Concluyo diciendo que la hipótesis de Demócrito y Leucipo es de gran importancia, ya que intentó dar una respuesta sobre la conformación del mundo y de todas las cosas, desde un punto de vista sumamente científico, esta hipótesis es la principal base a lo que posteriormente se desarrollará con una mayor profundidad en la edad moderna, el materialismo.

Bibliografía.

Kirk, Raven y Schofield, Los filósofos presocráticos, Cap. XV “Los atomistas: Leucipo de Mileto y Demócrito de Abdera”, Madrid, Editorial Gredos, 2008, pp. 520 - 564.


[1] Cfr. Aristóteles, de gen. et corr. A8, 325 a 2 (en Kirk, et. al, Los filósofos presocráticos, Cap. XV “Los atomistas: Leucipo de Mileto y Demócrito de Abdera”, Madrid, Editorial Gredos, 2008, p. 527.)

[2] Nicola, Ubaldo, Atlas universal de filosofía, España, Editorial Océano, s.f., p. 588.

[3] Kirk, Raven y Schofield, Los filósofos presocráticos, Cap. XV “Los atomistas: Leucipo de Mileto y Demócrito de Abdera”, Madrid, Editorial Gredos, 2008, p. 534.

[4] Ibidem p. 545

[5] Teofrasto, de sensu 66 (en Kirk, et. al, Los filósofos presocráticos, Cap. XV “Los atomistas: Leucipo de Mileto y Demócrito de Abdera”, Madrid, Editorial Gredos, 2008, p. 558.)

[6] Cfr. Demócrito fr. 191, Estobedo, Anth. m, 1, 210 (en Kirk, et. al, Los filósofos presocráticos, Cap. XV “Los atomistas: Leucipo de Mileto y Demócrito de Abdera”, Madrid, Editorial Gredos, 2008, p. 560.)

18 oct 2011

Rasgos del Pensamiento de Zenón de Elea


El presente texto tiene como intención presentar las características del pensamiento de este peculiar filósofo que nos habla sobre las paradojas del tiempo y del espacio, basándose en algunos fragmentos ubicados en el texto de Los filósofos presocráticos de G.S. Kirk y J.E. Raven, he aquí algunos datos sobre su vida.

Zenón de Elea, nacido probablemente hacia 489 A.C. fue discípulo de Parménides, es importante que entendamos a Parménides, desde este contexto porque será lo que nos oriente a entender el para qué de sus propuestas y la posición en contra de los pitagóricos, de estos planteamientos sobresalen cuatro, muy probablemente nos enfoquemos a uno que contiene los problemas de tiempo y de espacio y también por ello sea el que goza de mayor popularidad y atención entre los entendidos en el tema que buscan refutar su propuesta o por el contrario quienes con amplitud distinta lo postula de manera diversa en otras épocas, sin duda alguna el pensamiento de Zenón sigue siendo motivo de diversos intentos de respuesta a sus problemas, pero antes en necesario mostrar una parte de su tratado sobre las antinomias subsistentes que hablan sobre la pluralidad de los entes: Si hay muchas cosas , es necesario que sean tantas cuantas son, ni más ni menos que éstas. Pero si son tantas cuantas son, serán limitadas. Si hay muchas cosas, los entes son limitados; pues, hay siempre otros entre los que son y, de nuevo, otros entre éstos. Y así, los entes son ilimitados [Fr.3, Simplicio, In Phys. 140,28][1]. Con esta cita pretende explicar qué es lo que hace a una cosa ser una cosa y no muchas, para estas pruebas contra el pluralismo pitagórico podemos decir que pretende demostrar que cada cosa de las que hay en el mundo es infinitamente grande, o bien cada una de ellas es infinitamente pequeña[2], ¿por qué? Porque si tenemos una línea, como lo planteaba a los pitagóricos, compuesta por unidades dotadas de magnitud, esta línea sería infinitamente divisible, puesto que entre más se le continue dividiendo, sus magnitudes harán posible que continúe siendo divisible, siendo así que esta línea será infinitamente grande por la gran cantidad de partes divisibles con las que cuenta, entonces si todas las cosas son infinitamente grandes, el mundo es grande, pero si las unidades carecieran de magnitud, estas serían indivisibles por lo que todo el universo carecería de magnitud, siendo así infinitamente pequeño[3]

Ahora hablemos un poco sobre su problema del tiempo y del espacio el cual plantea que lo que se mueve, ni se mueve en el lugar en que está ni en el que no está,[4] con esto Zenón anula el movimiento y el espacio, puesto que dice que el tiempo está formado por unidades las cuales son divisibles y que nosotros entendemos por minutos, segundos, milésimas, etc. Algo semejante sucede con el espacio ya que también es medible y podemos hacerlo siempre y cuando lo fraccionemos en metro, decímetros, centímetros, etc. O bien podemos dividirlos por mitades, entonces las unidades que los componen se podrán dividir continuamente de tal modo que continúen así hasta el infinito sin terminar de franquear un determinado espacio desde el punto de salida hasta la llegada y ni podrán avanzar en el tiempo por la imposibilidad que implica la división de este porque sus unidades se prolongan de manera infinita. Ahora es oportuno tomar el ejemplo del que se ha hecho mención al inicio:

Zenón nos presenta a Aquiles, quien es un gran héroe, en una competencia muy peculiar contra una lenta tortuga. En el arranque de la carrera Aquiles de modo generoso le concede una distancia de diez metros de ventaja a la tortuga, después de esos diez metros Aquiles se lanza velozmente a la competencia y logra recorrer los primeros diez metros que concedió a la tortuga, aparentemente está por alcanzarla, y así avanza un metro más, la tortuga que ya había avanzado un metro, ahora avanza diez centímetros, Aquiles ahora avanza esos diez centímetros, la tortuga a recorrido un centímetro, curiosamente Aquiles no logra alcanzar a la tortuga y mucho menos rebasarla, se da cuenta que su carrera es en una distancia infinita en la que la tortuga le llevará siempre ventaja por corta que parezca, fraccionando el recorrido que ahora dota de inmovilidad a ambos competidores. [Cf. DK 29 B Fis. Z 9, 239 b 14].[5] Muy probablemente sea éste el ejemplo que nos permita darnos una idea clara sobre sus paradigmas y nos ayude así a entender un poco más sobre su pensamiento.

Como mencioné al iniciar estas líneas, a lo largo del tiempo han surgido diversos pensadores que han dedicado tiempo a los problemas Zenón, quien pretende refutarlos o quien funge como un avatar y lo replantea, sin duda esto no es más que el reflejo de la importancia que posee Zenón dentro de la filosofía a pesar de que más de algún autor se dirija a sus paradigmas como fantasmagorías del propio hombre, sin mayor importancia que ello, aún así no disminuye la novedad y relevancia de su aporte.


Bibliografía.

Copleston, Frederick, Historia de la Filosofía I Grecia y Roma, Barcelona, 1969, Ariel, La dialéctica de Zenón.

G.S. Kirk y J.E. Raven, Los filósofos presocráticos, Gredos, España, 2001, “Zenón de Elea”


[1] Cf. Kirk, Raven y Schofield, Los filósofos presocráticos, ed. Gredos, Madrid, 1987, pag. 350

[2] F. Copleston, Historia de la filosofía I, Ariel, Barcelona, 1969, pag. 67

[3] Cf. Idem

[4] Op. Cit. Zenón de Elea, pag. 359

[5] Cf. Idem

Pensamiento de Pitágoras

          
Durante el s. VI la filosofía tuvo  grandes cambios que la han hecho más profunda y coherente para arribar al conocimiento del principio de todo lo existente. Así pues, es imprescindible decir  que los filósofos presocráticos convergen en que hay un origen de todo lo creado lo cual no surgió espontáneamente, sino que necesariamente tuvo un origen. Por ello, los filósofos han querido interpretar a su manera el principio de lo creado. Por ejemplo, Pitágoras buscó el primer principio de todas las cosas de una manera diferente a la de los habitantes de Jonia utilizando las matemáticas. De esta forma se puede decir que la filosofía se va enriqueciendo y fundamentando.

Ahora bien, se dice que Pitágoras permaneció en la isla de Samos alrededor del s.VI a. C., pero por diferentes circunstancias se trasladó a Crotona, que se encuentra al sur de Italia donde floreció su pensamiento y muere en Metapontio aproximadamente en el s.V. a.C. También se menciona que fue “hijo de Mnesarco, que practicó la investigación científica por encima de todos los hombres y, tras hacer una selección de escritos, se hizo su propia sabiduría, que fue, en realidad, extravagancia”[1].

El aspecto religioso muestra la creencia de la transmigración de las almas, la cual, se menciona que Pitágoras la  introdujo por influencias egipcias. Esta forma de pensar sostiene  que el hombre está constituido de cuerpo y alma. En cuanto a la última se dice que es inmortal y puede reencarnase en otro ser vivo. Por ejemplo, Jenófanes alude a la creencia de Pitágoras:

 “Según Pitágoras al pasar frente a un cachorro que estaba siendo maltratado, sintió compasión  y dijo: Cesa de apalearle, pues es el alma de un amigo la que reconocí al oírle gritar”[2].

Con ello se da a entender que Pitágoras se interesó por la cuestión religiosa y a la vez científica por las teorías que iba manifestando. Por otra parte se tenía en la secta ciertas reglas de abstinencia “no solo de  los seres vivos, sino también de  no acercarse nunca a los carniceros y cazadores”[3].  De esta forma su  objetivo era darse cuenta en el parentesco de todos los seres vivos.

Para seguir profundizando la doctrina filosófica de Pitágoras se tiene que entender que el principio para él no es algo material como el agua, fuego, entre otros elementos, sino una esencia más abstracta que son los números, pues gracias a ellos pudieron descubrir el esquema matemático de la música, ya que midieron apropiadamente la longitud de las cuerdas de un monocordio[4] y así postular que los principales intervalos musicales podían expresarse en simples relaciones numéricas entre los cuatro primeros números enteros. De igual forma descubrieron que en los fenómenos naturales se podían analizar desde una perspectiva matemática como la duración de un año, los días, etc. por tales motivos pensaron que todo estaba conformado por números.

En efecto una característica de los números es que pueden ser pares e impares incluso se aúnan con lo limitado e ilimitado. No obstante se piensa que la realidad está compuesta  por éstos dos elementos que tienen diferentes características según el pensamiento griego. De hecho lo ilimitado se refiere a lo imperfecto, irracional e inteligible. 


Para resumir menciona “Aristóxeno que los pitagóricos purificaban el cuerpo por medio de la medicina, y el alma por medio de la música”[5].  Con ello quiere dar relevancia que las matemáticas y la música son parte elemental para Pitágoras. Finalmente a la  muerte de este filósofo la secta se dividió en dos enfocándose a  temáticas diferentes, una de las divisiones tuvo el nombre de pitagóricos y  la otra de los matemáticos.

Por tanto, el movimiento de Pitágoras influyó  en la filosofía presocrática aportando una forma de ver la realidad muy peculiar a las otras. En efecto, todas las ideas de los presocráticos contribuyen de distintas maneras para acercarse a la verdad que origina lo que existe visible e invisiblemente. También esta postura hace ver a las personas que las cosas  pueden tener una medida como la música, por medio de los números. De hecho yo pienso que los números sí pueden obtener ciertas medidas, empero no pueden ser el principio de todo porque el origen no se puede llegar a conocer, ya que el ser humano no tiene la capacidad de conocer todo.

Concluyo diciendo que el pensamiento de Pitágoras es muy valorado porque ha iluminado a la filosofía por los motivos ya expresados. Esto hace ver que esta materia cada vez va resolviendo preguntas existenciales del hombre, sin embargo tiene la consecuencia de que vayan surgiendo nuevas preguntas que ponen en duda lo real o el principio de todas las cosas. Por ello arguyo que el hombre nunca dejará de filosofar puesto que la vida crea nuevas interrogantes para acercarse al origen y fin de todo.





  Bibliografía:

Kirk, Raven y Schofield, Los filósofos presocráticos, Cap. VII “Pitágoras de Samos“, Madrid, Editorial Gredos, 1994, pp. 307-323

  Monocordio, "monocordio" ubicado en:  http://bach2411111.blogcindario.com/2006/05/00386-monocordio.html [accesado el día 18 de octubre de 2011]




[1] Apolonio, Hist. Mir. 6 (en Kirk, et. al, Los filósofos presocráticos, Cap. VII “Pitágoras de Samos”, Madrid,  Editorial Gredos, 1994, p.308 )
[2] Diógenes Laercio, VIII, 36 (en Kirk, et. al, Los filósofos presocráticos, Cap. VII “Pitágoras de Samos”, Madrid,  Editorial Gredos, 1994, p.313
[3] Diógenes Laercio, VIII, 7 (en Kirk, et. al, Los filósofos presocráticos, Cap. VII “Pitágoras de Samos”, Madrid,  Editorial Gredos, 1994, p.317
[4] Instrumento compuesto por una cuerda única tendida sobre una caja de resonancia, empleado desde el tiempo de Pitágoras para medir los intervalos musicales.
[5] 279 Cramer , An. Par. 1, 172 (en Kirk, et. al, Los filósofos presocráticos, Cap. VII “Pitágoras de Samos”, Madrid,  Editorial Gredos, 1994, p.322 )

Meliso de Samos: "el Uno es incorpóreo”.

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Todo lo que conocemos sobre la vida de Meliso se debe a la batalla en la que derrotó a la armada ateniense, que tuvo lugar en los años 4410/40 a. C., también se sabe que fue el último representante de la escuela de Elea[1]. Se dice que fue hijo de Itágenes y discípulo de Parménides; asimismo, fue político y alcanzó una gran consideración entre sus ciudadanos. Sólo se conservan de él sus escritos que están divididos en diez fragmentos de su libro conocido como: La naturaleza o La realidad, nombres atribuidos por la razón de que los comentaristas identificaban así a los libros presocráticos. También se le vincula con el pitagorismo contemporáneo, corriente que lo llevó a tener una gran reputación y gracias a esto fue nombrado comandante, debido a que sus argumentos fueron replicas a las críticas pitagóricas contra Parménides.

Meliso en su obra, evidencia que el "tiempo" y el "espacio" tienen una amplia vinculación dentro del pensamiento, de ahí que los griegos hayan logrado dar un paso más en la aprehensión de lo abstracto, es decir, que se empezara a hacer uso de términos como el concepto de “vacío”, el cual es definido como algo infinito, lo que implica imaginar su extensión sin que tenga “cuerpo” o “grosor” alguno. Estos conceptos son elementales para comprender el concepto de "Uno" del que habla Meliso. La siguiente cita expresa lo que el filósofo postula como teoría:

“[…] pues si existe la tierra y el agua, el aire y el fuego, el hierro y el oro, si unos seres están vivos y otros muertos, unas cosas son negras y otras blancas y son ciertas cuantas cosas afirman los hombres…tras haber dicho que había muchas cosas que eran eternas y que tenían formas y fuerza propias, creemos que experimentan alteración y que cambian de lo que vemos en cada instante […] en consecuencia, si hubiera una pluralidad, las cosas deberían ser tales cual es precisamente la naturaleza de lo uno”[2].

Meliso dice que a causa de los cambios que se manifiestan en la naturaleza, se da la alteración en la definición del Uno; expresa que si éste no tiene un comienzo, un medio, y un fin (cuerpo y grosor), puede considerarse al Uno como incorpóreo; es decir, no tiene cuerpo y no existe. Si fuera de manera contraria, donde existiese un comienzo, un medio y un fin, éste dejaría de ser Uno, así pasaría a ser algo divisible y corpóreo.

Cabe mencionar que para los pitagóricos el mundo era definido por el número tres, puesto que éste determinaba la división de las cosas; este pensamiento contradice al Uno de Meliso, ya que él concebía al Uno como algo indivisible.

Meliso confronta el argumento de Parménides que consistía en ver al mundo como una esfera inmóvil, que es Uno, eterno, indivisible y no contiene vacío. También evidenció que lo que existe es incorpóreo al escribir que: si el Ente “es”, debe ser uno y, al ser uno, no debe tener cuerpo. Si tuviera volumen tendría partes y ya no sería uno[3]. Todo lo que posee “cuerpo” y “grosor”, debe, por ello también tener “partes”, sacrificando con ello su unidad y la única vía para mantener la integridad del Uno eleático [5]. Tal pensamiento nos remite a que el Uno no tiene cambios, movimientos, ni divisiones; de esta manera el autor niega así, dichos atributos pitagóricos.

Dichos argumentos a pesar de describir el Uno como indivisible y homogéneo, dejan ver claramente influencias de la escuela pitagórica, cuyo intento era burlarse del Uno. Por tanto, es muy posible que Meliso se viera forzado a abandonar el magisterio de Parménides a causa de las críticas que los pitagóricos hicieron a éste. Comparado con el método de Zenón, quien fue integrante de dicha escuela, se caracterizó por sus argumentos destructivos en las suposiciones de los adversarios de dicha corriente; por lo contrario, Meliso defendió la postura de Parménides en referencia al Uno y sólo de manera accidental lo criticó, en lo relativo a su teoría de la esfera inmóvil.

En conclusión, Meliso define el Uno como incorpóreo debido a que si fuera, debe ser uno, y al ser uno no debe tener cuerpo, pero si tuviera solidez debería tener partes y ya no seguiría siendo uno. En otras palabras, el hecho de ser ya algo material conlleva un cambio y un movimiento, lo que haría divisible al Uno y dejaría de ser una sola integridad.

Bibliografía:

Sin autor“Filosofía la guida 2000”, escuela Eleática, se ubica en :http://filosofia.laguia2000.com/filosofia-griega/la-escuela-eleatica [accesado el día 18 de Octubre de Kirk, Raven y Schofield, Los filósofos presocráticos, Cap. “Meliso de Samos”, Vol. II, ed. Gredos, Madrid, 2008, pp. 419– 435. 2011].


[1] La escuela eleática fue una corriente griega de filosofía que se desarrolló aproximadamente a partir del siglo VI a.C., cuyo nombre en sí provenía de la ciudad griega de Elea, situada al sur de Italia, y la cual fue fundada por los griegos en torno al año 540 a.C. Fue fundada por el filósofo Parménides.

[2] (Fr. 8, Simplicio, de caelo 558, 21) Kirk, Raven y Schofield, Los filósofos presocráticos, Cap VI. “Meliso de Samos”, Editorial Gredos, Madrid, 2008, pág. 426 y 427.

[3] (389 Simplicio, Fis. 109, 34) Idem pág. 423.

[5]La filosofía de Parménides se dirige fundamentalmente contra los milesios, defensores del cambio contra los pitagóricos, que mantienen una concepción dual de la realidad, ser y vacío (no-ser). Parménides somete la realidad al pensamiento lógico, por ello el ser y todo lo real debe ajustarse a las reglas lógicas y más en concreto al principio fundamental, el principio de no-contradicción. "El ser es y no es posible que no sea; el no-ser no es y es necesario que no sea".

Pensamiento de Empédocles


Empédocles de Acragas (en la isla Sicilia de la actual Italia) fue un filósofo presocrático datado en el 495-435 a.C., de quien se dice, “utilizando la autoridad de Aristóteles, que fue un ferviente democráta”[1] enfocado en rechazar el gobierno de su ciudad; se ha hablado incluso de su profesión de médico sin embargo, según Kirk y Raven, es una afirmación ilegitima, puesto que se basa en los poderes curativos expuestos en sus poemas.
Los fragmentos que se tienen de él proceden precisamente de éstos dos poemas, comúnmente denominados Sobre la naturaleza y Purificaciones. Y a pesar de no encontrarse éstos en su totalidad, nos ofrecen mayor extensión que en cualquier otro presocrático. Al igual que Parménides, Empédocles escribe en versos hexamétricos buscando extender, completar y corregir la teoría del primero, además de hacerse notar como admirador de Hesíodo, y en consecuencia imitador en la forma verbal.
El texto nos ofrece siete principios generales para la comprensión del pensamiento de nuestro filósofo. En primer lugar se encuentra la defensa de los sentidos, en la que sin duda alguna reconoce la limitación de la comprensión humana, mas invita a estar atentos a lo que nos pueden ofrecer los estímulos sensoriales de cada una de las cosas. Como segundo principio encontramos el poder que da al conocimiento como medio para realizar proezas incluso mágicas. En tercer lugar está la propuesta de las cuatro raíces, que en otras palabras es la presentación de los cuatro elementos como causas primeras del resto de las cosas[2], que en la medida se su combinación forman lo demás. Otro principio es el ciclo del cambio, que se explica mejor con el siguiente fragmento:
Fr. 17, 1-13, Simplicio, in Phys. 158,1
Un doble relato te voy a contar: en un tiempo llegaron a ser sólo uno a partir de una pluralidad y, en otro, pasaron de nuevo a ser plurales a partir de ser uno; dúplice es la génesis de los seres mortales y doble su destrucción. A la una la engendra y la destruye su reunión y la otra crece y se disipa a medida que nacen nuevos seres por separación. Jamás cesan en su constante inter­cambio, confluyendo unas veces en la unidad por efecto del Amor y separándose otras por la acción del odio de la Discordia. Así, en la medida en que lo uno ha aprendido a desarrollarse a partir de lo múltiple y la pluralidad surge de nuevo de la división de lo uno, de la misma manera nacen y no tienen una vida estable. Y en la medida en que jamás cesa su continuo intercambio, asi también existen inmóviles siempre en su ciclo.[3]
Después, el quinto principio son los agentes de este ciclo, es decir que especifica a las cuatro raíces dentro del ciclo, anexando también la presencia del amor y la discordia como fuerzas motrices del ciclo. Consecuentemente el texto presenta la reflexión de Empédocles sobre el nacimiento y la muerte como el sexto principio, en dónde para él, no existen tales ya que tan solo es la mezcla y separación de lo ya existente (las raíces). La mezcla de las raíces es el septo y último principio aquí propuesto por la que existen todas las cosas.
Sin embargo encontramos en La naturaleza otros aspectos importantes a tratar de su pensamiento, uno de ellos el Amor, sobre el cual observamos en el siguiente fragmento:
Fr. 29, Hipólito, Ref. vii, 29, 13
Y respecto a cuál es la forma del mundo cuando está siendo ordenado por el Amor, dice asi: "no brotan de sus espaldas un par de ramas, ni tiene pies ni rodillas ligeras, ni genitales fecundantes, sino que "era una esfera" y es igual a sí misma.[4]
Esto quiere decir que “cuando el amor une completamente a las cuatro raíces, éstas dan origen a la esfera, dando así el mayor grado de perfección a la mezcla, de modo que también es por la discordia que terminan separándose.
En la última parte observamos la explicación que Empédocles ofrecía sobre algunas otras cuestiones sobre biología. De modo que se infiere que dividía la formación de los animales en estadios, en donde en el primero “los miembros vagaban aislados en búsqueda de la mezcla correspondiente”; en el segundo estadio se realizaba la unión, en la mayoría de los casos inadecuada creando las creaturas, unas más fuertes que otras; y en el tercero se dan las formas “completamente naturales”[5], es decir a los hombres. Explica ahí mismo un parentesco de toda la naturaleza que se da por los principios de organización.
Por otra parte el poema de Las purificaciones es sabido que está dirigido a un grupo de personas encontradas en su patria. En éste Empédocles muestra un misticismo que comúnmente es relacionado, o con las tradiciones órficas, o con el pitagorismo; también es en el núcleo del mismo donde se revela como un espíritu divino entre otros que sufrieron el castigo de la mortalidad a través de la encarnación, sin embargo con la posibilidad de la liberación en la inmortalidad; mas solo se podrá alcanzar tal inmortalidad mediante el sacrificio, no de sangre y canibalismo sino el sacrificio puro que podríamos llamar un espíritu de mortificación.
Se considera que los dos poemas están conectados en cuanto a que “los poderes y las pautas del cambio (descritas en Las purificaciones) que gobiernan el destino humano son los mismos que prevalecen en el cosmos en general”[6].

Bibliografía


C. S. KIRK, J. E. RAVEN Y M. SCHOFIELD. Los Filosófos Presocráticos II. Madrid: GREDOS, 
2006.



[1] C. S. KIRK, J. E. RAVEN Y M. SCHOFIELD, Los Filosófos Presocráticos II, p.95, Madrid, GREDOS, 2006.
[2] Cabe mencionar que asocia a cada elemento con un dios: Zeus, el fuego; Hera, el aire; Edoneo, la tierra; y Nestis, el agua.
[3] C. S. KIRK, J. E. RAVEN Y M. SCHOFIELD, Los Filosófos Presocráticos II, p.103, Madrid, GREDOS, 2006.
[4] C. S. KIRK, J. E. RAVEN Y M. SCHOFIELD, Los Filosófos Presocráticos II, p.113, Madrid, GREDOS, 2006
[5] Nos explican en el texto que se les da ese nombre porque eran seres completos (no fragmentados).
[6] C. S. KIRK, J. E. RAVEN Y M. SCHOFIELD, Los Filosófos Presocráticos II, p.150, Madrid, GREDOS, 2006

16 oct 2011

Presentación general de Parménides de Elea

Como a la mayoría de los filósofos presocráticos, hay dificultad para ubicar a Parménides de Elea en una fecha con exactitud científica. No obstante, podemos datar su nacimiento entre los años 515-510 a.C. aproximadamente. Se dice que convivió con Zenón y que llegó a encontrarse con Sócrates (siendo éste aún joven)[1]. Fue hijo de Pires, y discípulo de Jenófanes que influiría en su pensamiento. Sin embargo, no le siguió, sino que se asoció al pitagórico Amnias. Llegó además a legislar para los ciudadanos de Elea[2].

Al parecer fue un pitagórico quien convirtió a Parménides a la filosofía, no obstante, “pocas son las huellas de que, en la época de la madurez de su pensamiento, continuara en él viva preocupación por las ideas pitagóricas...”[3], excepto una supuesta doctrina sobre el destino del alma. Habiendo sido, además, discípulo de Jenófanes, encontramos resonancias de la teología y epistemología de su maestro, y se cree posible que haya influido en su decisión de escribir en hexámetros.

A Parménides se le atribuye un escrito. Fragmentos importantes de dicha obra, un poema en hexámetros, subsiste gracias a la labor de Sexto Empírico (que posteriormente conservó en parte el proemio) y a Simplicio (que transcribió extractos en sus comentarios al de caelo y a la Física de Aristóteles). Por este mismo poema se dice de él que no tenía facilidad de dicción. Su esfuerzo por construir sus ideas filosóficas, de por sí difíciles y abstractas, a una forma métrica, desemboca en una obscuridad constante, especialmente en la sintaxis del texto.

El poema comienza con un proemio, después del cual se divide en dos partes. En la primera parte, Parménides expone que en cualquier investigación, existen solamente dos posibilidades lógicamente coherentes, que son excluyentes, es decir, que es la primera opción o la segunda (no hay más elección, y una excluye radicalmente a la otra): que el objeto de la investigación existe o que no existe. Guiándose por la epistemología, el filósofo rechaza la segunda alternativa, juzgándola de inteligible: “… yo te diré las únicas vías de investigación pensables. La una, que es y que le es imposible no ser; la otra que no es y que le es necesario no ser, ésta, te lo aseguro, es una vía indiscernible...[4]

Su poema continúa criticando a los que él llama “mortales corrientes”, diciendo que sus creencias demuestran que no escogen entre estas dos vías, sino que siguen erróneamente ambas sin discriminación. En la sección final de esta primera parte explora la que él considera “camino seguro”: el objeto de la investigación “es”. Después prueba, de manera deductiva, que si algo existe, no puede llegar al ser o perecer, cambiar o moverse, ni estar sometido a imperfección alguna. El movimiento es entendido, por los antiguos filósofos griegos como el cambio de estado de algo. Este cambio se da para llegar a ser algo diferente, y sucede solamente si el ente es imperfecto, si está en vías de perfección; no obstante, al decir que algo cambia, es porque no es, sino que llegará a ser, así pues, lo que no es no existe, por lo tanto, el movimiento no existe.

No puede decirse ni pensarse lo que no es, queda por tanto excluida la posibilidad de llegar a ser o del perecer. Si algo llegara a ser, ha debido no existir anteriormente, y entonces, habría sido verdad decir de ello “no es”; pero el no ser prohíbe que algo pueda llegar a ser, porque no existe y de la no existencia no puede surgir nada. De la incognoscibilidad de lo que no existe, concluye directamente Parménides que la vía negativa es “indiscernible”. Pensamiento tan complejo no da pie alguno a cosmologías como las que sus precursores jonios habían elaborado. Manifiesta su postura de no creer absolutamente en el mundo que nuestros sentidos manifiestan, pues para él, nos engañan, y sólo existe lo que se puede pensar (que es perfecto y no se mueve).

En la segunda parte del poema (de que subsiste una parte menor) informa de las “opiniones de los mortales, en las que no hay verdadera creencia”[5]. Añade a su tesis que existen ciertos signos de verdad, de aquello que “es”: ser ingénito (uno, continuo, sin génesis), imperecedero(no llega a ser ni perece), entero (no está dividido), invariable (inmutable, existe sin comienzo ni fin), inmóvil(no cambia) y perfecto. Siendo su cosmogonía distinta a la de sus predecesores, postuló que la causa primaria de todas las cosas era la diosa que lo gobierna todo, la poseedora de la llave, que él llama Justicia y Necesidad.

El objetivo principal de algunos fragmentos de su poema está en reclamar el conocimiento de una verdad no alcanzada por la clase normal de los mortales, quienes erran en su elección de la verdad, afirmando que existe aquello que no es, aquello que cambia. Modela parte de sus versos sobre materiales de la Teogonía de Hesíodo. “Es evidente que Parménides pretende desafiar la autoridad magistral de Hesíodo y concuerda con Jenófanes en que la poesía tiene una responsabilidad demasiado solemne como para que se la deje en manos del mito”[6].

Sus argumentos y conclusiones influyeron poderosamente en la filosofía griega posterior. En conclusión, para Parménides de Elea el ser es y el no ser no es. Califica a lo que no existe en términos de “la nada”. Además es el precursor de lo que hoy conocemos por “método”: un camino para llegar a la verdad. Su filosofía será fundamental para las tesis que tiempo después sostendrán otros pensadores.

BIBLIOGRAFÍA

Kirk, Raven y Schofield, Los filósofos presocráticos, Cap. “Parménides de Elea”, Vol. II, Editorial Gredos, Madrid, 2008, pp. 39 – 69.


[1] Cfr. Kirk, Raven y Schoefield, Los Filósofos presocráticos, Cap. “Parménides de Elea”, Editorial Gredos, España, 2008, pp. 41. Platón, Parménides, 127 A (DK 29 A 11).

[2] Cfr. Ibídem, Diógenes Laercio, IX, 21-3 (DK 28 A 1).

[3] Kirk, Raven y Schoefield, Los Filósofos presocráticos, Cap. “Parménides de Elea”, Editorial Gredos, España, 2008, p. 41.

[4] Ibídem, p.47. 291 Fr. , Proclo, in Tim. I, 345, 18; Simplicio, in Phys. 116, 28 (versos 3-8)

[5] Ibíd., p.42

[6] Ibíd., p.45



Introducción al pitagorismo preparmenídeo.

Gran parte de los rasgos característicos en referencia al pitagorismo, son gracias a los escritos de Aristóteles, aunque hubo conjuntamente con él más filósofos que escribieron sobre ellos, se le da mayor importancia a Aristóteles, ya que no existió otra autoridad mayor que él en la antigüedad, además que sus escritos sin duda son más amplios y de mayor utilidad que los otros autores. Su mayor logro es dividir el pitagorismo en dos periodos principales: el preparmenídeo y el pitagorismo posterior a Zenón.

“Los llamados pitagóricos se dedicaron a las matemáticas y fueron los primeros en hacerlas progresar”[1], pero Aristóteles escribe sobre ellos para demostrar los errores que cometieron, ya que “absortos en su estudio creyeron que sus principios eran los principios de todas las cosas. Puesto que los números son por naturaleza los primeros de estos principios”[2], esto los llevó a que ajustaran la información a sus esquemas, de modo que si algo era contrario a su teoría lo modificaban o inventaban otra cosa, para que esta siguiera siendo coherente.

Los rasgos característicos del pitagorismo sobre los cuales escribió Aristóteles son: el dualismo, la naturaleza del número, las cosas equivalen a números, la cosmogonía y la cosmología.

El pitagorismo se asienta sobre el dualismo, ya que los elementos del número son: lo par y lo impar, límite e ilimitado, uno y múltiple, derecho e izquierdo, masculino y femenino, estático y en movimiento, derecho y curvo, luz y oscuridad, bueno y malo y cuadrado y oblongo. Con estos opuestos entre sí se logra la unidad, y el equilibrio en la tierra, la armonía. Estos elementos necesariamente tenían que ser diez para que se lograra la perfección, ya que creían que “la década es perfecta y que abarca la naturaleza entera de los números”[3].

La naturaleza del número según los pitagóricos es que sea par e impar, en donde el par es ilimitado, y el impar es limitado. Lo que hace que el número par sea ilimitado es porque puede ser divisible en dos partes iguales, y lo que es divisible en partes iguales es infinito, “la división en mitades se prolonga ad infinitum”[4]. Por el contrario el número impar es limitado ya que no puede ser dividido en partes iguales, además también es limitado porque tiene un principio, un medio y un fin, por ejemplo el número tres.  

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Los pitagóricos creían que las cosas equivalían a números, puesto que “al ver que muchos atributos de los números pertenecían a los cuerpos sensibles, concibieron que las cosas eran números”[5]. A partir de la sucesión de los números se iban formando los sólidos, ya que ellos creían que del uno nacía el punto, del dos la línea, del tres el triángulo y del cuatro la pirámide. Estos números son primarios y primeros principios de todas las cosas individuales. El primer principio es el uno, el cual forma el punto, el segundo la línea, el tercero la superficie, el cuarto el sólido… y así hasta formar todas las cosas. 

Los pitagóricos creían que el origen de todo el universo físico consistía en la generación de series de números. “La primera unidad comenzó a crecer, y como resultado de ese crecimiento se partió de alguna manera en dos”[6] con ello no solo origina al número dos, sino también originó la línea. De esta manera se inició el proceso de creación del mundo, mediante una progresión ad infinitum, ya que al ser números pares, pueden ser divididos por la mitad indefinidamente.

“La mayoría de los pueblos dicen que la tierra está situada en el centro del universo”[7], pero los pitagóricos afirmaban lo contrario, ellos decían que en el centro está el fuego, y alrededor de él giran armónicamente: los siete planetas, la luna, la tierra y la anti-tierra. Este movimiento generado por los diez cuerpos es armónico, y aunque emite un sonido no lo logramos escuchar, ya que este sonido está en los oídos desde nuestro nacimiento, por lo tal no lo distinguimos de su contrario, el silencio.

Bibliografía.

Kirk, Raven y Schofield, Los filósofos presocráticos, Cap. IX “El pitagorismo preparmenídeo”, Madrid, Editorial Gredos, 1994, pp. 332 - 368.

 


[1] Aristóteles, Metafísica A5, 985 b 23 (en Kirk, et. al, Los filósofos presocráticos, Cap. IX “El pitagorismo preparmenídeo”, Madrid, Editorial Gredos, Madrid, 1994, p. 333.)

[2] Idem.

[3] Ibidem p. 334.

[4] Kirk, Raven y Schofield, Los filósofos presocráticos, Cap. IX “El pitagorismo preparmenídeo”, Madrid, Editorial Gredos, 1994, p. 345.

[5] Aristóteles, Met. N3, 1090 a 20 (en Kirk, et. al, Los filósofos presocráticos, Cap. IX “El pitagorismo preparmenídeo”, Madrid, Editorial Gredos, 1994, p. 349)

[6] Op. cit. p. 356.

[7] Aristóteles, de caelo B 13, 293 a 18 (en Kirk, et. al, Los filósofos presocráticos, Cap. IX “El pitagorismo preparmenídeo”, Madrid, Editorial Gredos, 1994, p. 349)

5 oct 2011

“El pensamiento de Heráclito”: razón, movimiento y armonía.

imagesCAELW4JUA Heráclito se le puede ubicar aproximadamente en el siglo V A.C., sobre las fuentes que tenemos sobre él no son muy precisas. Se dice que fue hijo de Blosón o de Heraclón de Éfeso (desde los fragmentos que se tienen según Diels y Kranz); asimismo, se explica que se rehusó a componer leyes para los efesios, prefiriendo jugar con los niños en el templo de Artemis. La mayoría estas historias y dichos documentados conocidos sobre él, son en su mayoría opiniones que pretendían ridiculizarle; siendo en su conjunto historias inventadas, con maliciosa intención por pedantes helenísticos resentidos por el aire de superioridad que se le adjudicaba a Heráclito. Por otro lado, se presupone que se convirtió en un misántropo [1] alejándose de la sociedad para vivir en un monte, alimentándose de hierbas. Se le atribuye un libro titulado Sobre la naturaleza, llamado así por su contenido; éste se encuentra dividido en tres secciones: sobre el universo, la política y la teología, lo que le hizo gozar de reputación por su escrito. Tal fue el prestigio que ganó con su pensamiento que se le asignaron discípulos conocidos como heclítetos. Por otra parte, la experiencia de Heráclito lo llevó a expresar la universalidad del <> con mayor claridad, y de la misma manera la <> y la <>; de ahí que adquirió fama en la antigüedad por sus definiciones referentes a los términos ya mencionados. Se dice que murió a los 60 años.

Acerca de sus paradojas encontraremos fragmentos escritos por él que nos ayuden a comprender su percepción sobre el movimiento, la razón y la armonía. Como primer punto, en el pensamiento de Heráclito se habla de afirmaciones acerca del movimiento, aserciones que parten de la idea de que “todas las cosas fluyen”. Para Heráclito todo lo que existe deviene [1], es decir, todas las cosas fluyen y nada permanece en sí mismo, algo puede suceder en un momento y al otro pasa un cambio diferente; entonces el devenir es movimiento. Para Heráclito…“en alguna parte todas las cosas se mueven y nada está quieto y comparando las cosas existentes con la corriente de un río dice que no te podrías sumergir dos veces en el mismo río” (215 Platón, Cratilo 402 a). A esta razón, es cierta la idea del cambio, análogo con el ejemplo del río, donde el agua fluye en una realidad que puede considerarse estática; sin embargo experimenta un cambio. Por consiguiente la permanencia y la inmovilidad son prerrogativas de la razón humana; la verdad que hay en el devenir es que todo fluye, todo está en constante cambio, y estás alteraciones se dan inclusive en la esencia de las cosas.

Uno de los sentidos más adecuados que vamos a encontrar referente al pensamiento de Heráclito será el sentido técnico de λόγος, entendida como: "fórmula, disposición proporcionada, calculo, medida, etc.” . Es un tanto engañoso usar este término, para facilitar su desarrollo, en éste documento se manejará como la “razón”. Heráclito expresa cómo el hombre ante esta realidad pasa aletargado con lo que acontece a su alrededor:

“Siempre se quedan los hombres sin comprender que la razón es así como yo lo describo, lo mismo antes de haberlo oído que una vez que lo han oído; pues, aunque todas las cosas acontecen según esta razón, se parecen los hombres a gentes sin experiencia, incluso cuando experi­mentan palabras y acciones tales cuales son las que explico, cuando distingo cada cosa según su constitución y digo cómo es; al resto de los hombres les pasan desapercibidas cuantas cosas hacen despiertos, del mismo modo que se olvidan de lo que hacen cuando duermen”(194 Fr. 1, Sexto, adv. math. vii 132)

Si el contexto puede ser percibido de diferentes puntos subjetivos en el hombre y, el conocimiento de alguna cosa consigue ser o tener un sentido diferente para otro sujeto, en conclusión, es difícil llegar a definir y captar la verdad sobre la razón. “Por tanto, es necesario seguir lo común; pero, aunque la razón es común, la mayoría vive como si tuviera una inteligencia particular” (195 Fr. 2, Sexto, adv. math. vii 133).

Continuando con sus fragmentos, se puede afirmar que la razón es como lo constitutivo de todas las cosas, resaltando la vivencia en relación con el mundo. El aprendizaje se concibe a través de la experiencia, entonces encontraremos que la razón es un constitutivo que precede del orden, es decir, de un sentido que se estructura en el pensamiento del hombre a la medida de la interacción con el mundo, ésta puede correr el riesgo de considerarse como algo subjetivo a una idea que se genera del individuo y no del sentido común. Comprender e interactuar con el mundo es encontrar el conocimiento objetivo que parte de lo común entre las cosas, el orden ya mencionado, la centralidad e importancia de la percepción y relación de un todo. Por siguiente, se afirma que “tras haber oído la razón y no a mí es sabio convenir en que todas las cosas son una” (196 Fr. 50, Hipólito, Ref. ix 9, 1).

Heráclito en sus fragmentos sobre los opuestos describe que estos son ideas que refieren a que son más que apariencia y que en verdad hay una esencial unión entre las cosas que parecen oponerse y entre ellas no existe una división. En el fragmento “el mar es el agua más pura y más corrupta; es potable y saludable para los peces; para los hombres, en cambio, es impotable y deletérea” (199 Fr. 61, Hipólito, Ref. ix 10, 5), nos encontramos que las mismas cosas producen efectos opuestos sobre clases distintas, es decir, hay una unión esencial entre ellos. Si desaparece la armonía entre la tensión de las fuerzas no habría movimiento ni perenne fluir, de manera que en lo contrario de las cosas podremos llegar a conocer la esencia. Como es el caso del frío-caliente, lleno-vacio, seco-húmedo; a la percepción e interpretación de cada uno, no podemos llegar a conocer el uno sin el otro; así pues, se crea una unión esencial entre ellos. “La unidad de las cosas subyace a la superficie; depende de una equilibrada reacción entre opuestos” (207 Fr. 54, Hipó­lito, Ref. ix 9, 5).

En conclusión, encontramos en el pensamiento de Heráclito la afirmación de que las cosas son una, puesto que la armonía, el movimiento y la razón no se pueden entender independientes uno del otro; debido a que en la profundización de la búsqueda de la verdad nos llevará a la razón como la unión de las cosas en uno, y éstas se mantienen unidas y comprendidas por la armonía que existe entre ellas; así pues, el conocimiento se da en el devenir de las cosas que experimenta un cambio constante. En otras palabras, para Heráclito la naturaleza de las cosas es una, la razón es la verdad necesaria para que en su conjunto converjan con el devenir de nuestro ambiente comprendido desde la armonía.

Bibliografía:

Kirk, Raven y Schofield, Los filósofos presocráticos, Cap VI. “Heráclito de Éfeso”, Editorial Gredos, Madrid, 2008, pp. 237-255.

Diccionario de la lengua española , 2005, Espasa-Calpe, WordReference.com, Misántropo, está disponible en: http://www.wordreference.com/definicion/mis%C3%A1ntropo [ accesado el día 5 de octubre de 2011]

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[1] Misántropo: Persona que tiene aversión al trato con los demás.

[2] Devenir: Cambio, transformación, transcurso; el devnir de la vida.